jueves, 10 de abril de 2008






III



Beirut, El Líbano, año 2002

Una misteriosa mujer española, llamada Victoria Luna esperaba la llamada de la persona encargada de acompañarla en una de sus ultimas misiones, a pesar de que esperaba a la favorita del líder no se confiaba, ella era una de las mejores y podía hacerlo sola, o al menos eso creía ella. Un transmisor de radio y un teléfono aguardaban sobre la una mesa cubierta por una gruesa capa de polvo, la habitación era oscura y a través de una pequeña ventana cubierta de persianas se filtraba la luz del sol, que afuera hacia arder a la ciudad, a pesar de ello el lugar era frio y prácticamente sin vida a excepción de la mujer que aguardaba sentada cerca de la ventana. Sus características físicas eran normales, podría mezclarse fácilmente con una multitud. Medía alrededor de un metro y sesenta y cinco centímetros, sus cabellos eran una mezcla de rojizo y marrón que contrastaban con sus ojos verdes. Finalmente el teléfono sonó, tres timbrazos, como era su costumbre, la hora de realizar la misión había llegado. Victoria Luna se dirigió hacia el norte de Beirut, como siempre mezclándose entre la multitud. Una mujer vestida de estricto negro la aguardaba en la plaza de la zona. El sol comenzaba a ocultarse y el frio se dejaba caer. Ambas mujeres se reunieron, eran diametralmente opuestas, al menos físicamente, mientras que Victoria Luna poseía hermosos ojos verdes, los de la mujer que la aguardaba en cambio eran un marrón claro, el cabello de Victoria era Rojizo, en cambio el de la otra mujer era negro azabache, la piel de Victoria tenía las marcas del sol, en cambio la otra mujer parecía un cadáver por la blancura de su piel, que casi jamás veía el sol.

- ¿Andreotti?- interrogó Victoria.
- La misma- contestó la otra mujer un tanto inexpresiva
- Ya es hora…
- Pues vamos- repuso la blanca mujer denominada “Andreotti”, dirigió a Victoria Luna hasta el rincón más oscuro de la plaza y allí un hombre las esperaba.
Él no saludó y solo les indico una enorme casa, junto con un plano de la casa en su interior, justo al frente de la plaza de esa zona. Fernanda Andreotti y Victoria Luna avanzaron a una curiosa velocidad para ser personas comunes, quizás podrían haberse confundido con dos plumas por sus cuerpos esbeltos y su modo rápido de deslizarse sin ser vistas. Al llegar a la entrada de la suntuosa casona que allí estaba un guardia se les acercó interrogante. Victoria Luna sólo hizo cinco movimientos sobre su pecho y el hombre cayó muerto, ni solo ruido en el aire, Andreotti miró a los ojos a Victoria y con una mirada decidieron que era hora de actuar.

Al llegar a la entrada de lo que era la casa en si, se cercioraron de que no hubiese nadie. El resto fue pan comido para ellas, avanzaron sin ser notadas, y llegaron a la habitación más lujosa y extravagante que hayan visto en toda su vida, allí, metido entre las sabanas, sin sus armas ni sus guardias con un aire sumamente indefenso Abdel Wâhed, un terrorista refugiado en Beirut. Ese día fue el fin de aquel hombre, desde entonces sólo tuve comunicación con Victoria Luna a través de cartas.

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