martes, 15 de abril de 2008

IV


IV


Salí entonces de mis recuerdos y pensé que Victoria Luna podría estar en aquel lugar, volteé y busqué entre la gente que había allí, eran más de cuarenta. No estaba, me hubiese gustado verla, ella había sido para mí en ese entonces un ejemplo a seguir, mi meta fue ser un día como ella.
Me fijé en Cecil, tenía sus ojos fijos sobre los de Edward, quien a su vez devolvía la mirada con cierto desdén. Históricamente se han llevado mal, si bien no se odiaban no se gustaban, a veces eran buenos amigos, pero otras no querían verse mutuamente. Siempre pensé que eran muy similares, eso los hacía la pareja ideal. Negué con la cabeza y seguí mirando el entorno, era un lugar agradable y elegante, caminé hasta la mesa en busca de un bocado, pero antes de llegar un mozo me ofreció una copa de vino, la cual acepté.

Continué observando a la gente que estaba en el salón, algunos me saludaban y otros simplemente me devolvían la mirada. Seguramente el vestido de color gris que había elegido para esa noche resaltaba entre el negro de la vestimenta de todos. Miré entre la gente hacia donde se encontraban Megan y Mathew, ahora conversaban, aun manteniendo las miradas de desprecio mutuo; entonces vi una mata de cabello anaranjado acercándose en dirección a mí, era Victoria Luna, acababa de llegar o quizás, estaba y no la había visto, peor hubo algo que me sorprendió cuando la vi: Traía una sortija en la mano izquierda… Una sortija de matrimonio, me hice la desentendida y la salude muy efusivamente y ella a mi de la misma forma. Así nos pasamos casi toda la noche, bebiendo y riéndonos de nosotras mismas y porque no decirlo, de algunos de los invitados.
Pero llego la hora en la que el líder debía hablar… Edward subió al podio estaba aparentemente mareado. Le dirigí una mirada iracunda y dejó de tambalearse antes de subir. Pero antes de que pudiese articular una sola palabra algo perturbó la calma, de la nada un fuerte sonido y un apagón hicieron que todos nos quedáramos en silencio, me deslicé entonces entre las sombras y agarré a Edward de un brazo, antes de que reaccionara se dio cuenta de que era yo. Nos apegamos a una pared y de pronto comenzaron a sonar varios tiros de la nada.
Acto seguido salimos de allí mimetizándonos en la oscuridad, el pánico del momento se había apoderado de algunos y varios habían sacado sus armas, al llegar cerca del auto de Edward lo encontramos destruido, aparentemente alguien lo había destrozado con un bate de baseball o un objeto contundente, al momento de que un nuevo tiro sonó nos echamos al piso al mismo tiempo y sin mirarnos. No se oía ni un sonido en el aire, la persona que nos había baleado era imperceptible, lógicamente era alguien con experiencia. Y era obvio que alguien con más inventiva se había percatado de la reunión esa noche, y había mandado a hacer esos actos. No importaba mucho en ese momento, nos arrastramos por el suelo hasta quedas cubiertos por las ramas del jardín trasero de la enorme casa, allí permanecimos por alrededor de diez minutos que se me hicieron eternos, luego de ello, de la misma forma sigilosa caminamos por el patio que nos observaba hasta la reja, allí saltamos hacia el otro lado, dejé un trozo de mi vestido, desgarrado a esas alturas, colgando en una de las púas de la valla.
Caminamos por un tiempo indeterminado, hasta que los edificios comenzaron a desaparecer, llegamos finalmente, después de caminar por una carretera, hasta una casa al lado de un lago, parecía abandonada, la pared que daba al lago estaba destruida por la humedad y el resto de la casa estaba destruido posiblemente por el paso del tiempo, creí que era un buen lugar para refugiarnos por esa noche, pero algo andaba mal con Edward, estaba pálido, casi grisáceo, era como si a cada paso la energía vital se le borrará, en un momento me tomó del brazo.
- No entremos allí…
- ¿Porqué?- interrogué al acto
- No debemos entrar… -me jalaba con fuerza mientras hablaba
- No hables tonterías Edward… vamos…
Lo obligué a entrar, rompí la chapa de la puerta y entre, él se quedó pegado a la puerta, estaba aterrado, la casa por dentro no se veía tan mal como por fuera, era sencilla y elegante, de modo que me pareció un lugar acogedor. Miré a Edward al tiempo en que me sentaba en un sillón, sobre el cual se regaba la luz de luna. Entonces fijé mi vista en un cuadro que había sobre una chimenea, la cual iluminaba la vaga luz, pero me permitió ver en el a un hombre que se me hizo familiar, junto a una mujer y un niño que seguramente era su hijo, inmediatamente lo reconocí, era Edward. Entonces comencé a comprender el porqué de su malestar. Pero un detalle había expiado mi vista, otro niño, igual a Edward estaba en la foto, vistiendo ropas sucias, tenía una mirada asustadiza mezclada con un aire indefenso y su físico era delgado, como desnutrido. Entonces miré a Edward…
- ¿Hay algo que no me hayas contado?
Él, sólo asintió y me dejó entrever que algo le perturbaba tremendamente…
- Cuéntame por favor Edward.
- Yo era el más débil…- comenzó al tiempo en que miraba la fotografía – mis padres siempre prefirieron a mi hermano… Helena, mi verdadero nombre es Mathew- tomó la fotografía y me indicó al muchacho desarreglado, entonces pude ver claramente en su rostro señales de golpes y quemaduras- éramos gemelos, yo lo suplanté… lo asesiné y luego lo suplanté.
La historia de Edward, o Mathew me hizo entender muchas cosas. Como el porqué no se atrevía a ver su reflejo por más de 20 segundos, seguramente el hecho de ser igual al hermano al que había asesinado. Los ojos de Mathew Kholer en ese momento estaban como en otro mundo, no se qué pensaría entonces, lo que si sé es que yo no supe como reaccionar, podría incluso haber matado a un niño, pero no pude saber como confortarle.
La imagen de la casa no ayudaba mucho, era fúnebre entonces, abandonada, llena de polvo, destrozada y rayada por las paredes, no vi que era, la luz de la luna era muy suave y sólo podía ver las lágrimas de Mathew, sus lágrimas y tras él un piano, lleno de polvo, pero a su vez intacto, erosionado, pero no maltratado como el resto de la casa. Me puse de pie frente a Mathew, tomé su mano y lo guié hasta ese piano. Miré sus ojos, allí había más luz, se veían mas oscuros, seguramente ennegrecidos por el dolor, los recuerdos del maltrato, del hambre. No hay danzar de palabras que se pueda acercar a la marcha lúgubre y triste del momento, era como si cientos de susurros le hablasen recordándole lo penoso de su pasado, como si el dolor se evocara por cada uno de sus poros, pero no podíamos salir de ahí , y si lo hiciéramos los recuerdos seguirían atormentándonos y la tormenta que ya se había desatado afuera nos dejaría empapados, ahora la luna se había ocultado tras las nubes, lo obligué a sentarse y me pegué a la ventana, mis sentidos comenzaban a tartamudear y mi razón estaba ausente, no sabía que hacer, era desesperante, así pasó una fracción de tiempo, no estoy consciente de cuanto fue, pero corrían los minutos, como eternos, quizás fueron segundos, no lo sé. Sentí desesperación al no poder hacer nada por la única persona real que tenía, tan sólo estaba allí parada mirando por el ventanal el caer arrítmico de la lluvia.

Helena Andreotti estaba de cara al vacío en ese momento, como si no pudiese hacer nada, pero ella lo podía todo, podría, pudo, pero no lo hizo, la mente de Mathew Kholer estaba en pleno colapso, la mezcla de desdicha, deseos de volver a matar a su hermano, matar su recuerdo, matar cualquier vestigio de vida en ese lugar, pero sólo había uno, algo lo cegaba, veía en el cuerpo de Helena a su hermano, igual a si mismo, mirando por la ventana, esperando, rogando por ser asesinado. Sacó su arma de mano, se levantó y se acercó a la mujer, ella no lo notó, él era tan imperceptible como las sombras de la noche.

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